miércoles, 3 de agosto de 2022

MELANOMA : CAUSAS, PREVENCIÓN Y EFECTO PROTECTOR DEL CAFÉ

 

                          

                                        

Cortesía Adrián Rodríguez, consumado barista

    En las últimas décadas se está observando un aumento preocupante de la incidencia de melanoma cutáneo, probablemente debido a un incremento de las horas de exposición solar por motivos estéticos y lúdicos. Parece que este deseo humano por broncear la piel en aras a conseguir un manipulado canon de belleza no parece complacerle a nuestra superficie cutánea, pues nos castiga dando asiento a tumores malignos, de los cuales los melanomas son los que más muertes ocasionan (80% del total), a pesar de ser los menos frecuentes (4% del total).

  Es fácil entender que las medidas de prevención primaria más efectivas para reducir la tasa de incidencia de estos tumores son las tendentes a protegernos de las temibles radiaciones ultravioletas por los métodos que han demostrado eficacia comprobada y que, luego, recordaremos. Además, este artículo servirá también para revelar la posible capacidad protectora de las radiaciones solares y, por tanto, preventiva de melanoma de un método un tanto insólito a tal efecto: el consumo regular de café.

   

                             Importancia de los cánceres de piel

 

  Los  tumores malignos de piel tienen la triste fama de ser los más frecuentes en el mundo: el carcinoma basocelular, el de mayor prevalencia, caracterizado por un desarrollo lento, no tendente a invadir en profundidad ni  a propagarse a distancia (metastatizar); el carcinoma escamoso o epidermoide, menos frecuente y con mayor capacidad de invasión local. Sin embargo, la piel también puede experimentar mutaciones malignas en las células que producen la protectora melanina, los melanocitos, originando de esta forma el melanoma maligno o invasivo. Su nombre ya nos dice mucho: su capacidad de invadir tanto localmente, en profundidad, como a distancia, a los ganglios linfáticos y a otros órganos. Obviamente este temible tumor es el responsable de la inmensa mayoría de las muertes atribuibles a cánceres cutáneos.

 

          Datos españoles

 

     El año 2016 alumbró la más completa revisión sobre la incidencia y mortalidad del cáncer de piel en España. 1 Los autores, dermatólogos y oncólogos de diversas servicios españoles (Lugo, Vigo, Córdoba, Madrid y Girona) y de Europa (Interdisciplinary Research Institute, Université libre de Bruxelles), seleccionaron 32 trabajos de la Red Española de Registros de Cáncer (REDECAN) y de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (ARC). Tras emplear un riguroso aparato estadístico, comprobaron que la tasa de incidencia de melanoma fue de 8,7 casos por 100.000 personas año. Claramente menor que la de los otros tumores malignos de piel: la del carcinoma basocelular fue de 113/100.000 personas años (cuando consideran un solo tumor por persona) hasta 253/100.000 personas (cuando se cuentan varios tumores por persona) mientras que la incidencia de carcinoma basocelular fue de 38 casos por 100.000 habitantes año.

    En cuanto a la tasa de mortalidad, el melanoma se lleva la palma, pues fue más del doble que la de los otros tumores malignos de piel ( 2,17 por 100.000 personas año frente a 1/100.000 personas/año, casi toda ella dependiente de  un subgrupo de alto riesgo de la variedad de carcinoma epidermoide).

    Además, según el Registro Nacional de Melanoma Cutáneo,3 la edad media en que se diagnostica este tumor maligno son los 57 años, siendo el tipo clínico-patológico más frecuente el melanoma de extensión superficial (62,6%), tanto en varones como en mujeres, seguido del melanoma nodular (16,8% de los casos),  y, aunque es más prevalente en las mujeres, tiende a ser más agresivo en los varones, pues sufren más formas nodulares y de mayor espesor, con mayor capacidad de extenderse por vía sanguínea a otros órganos (metástasis), sobre todo, a partir de los 41 años.

              

               Comparación internacional

  

    Estas cifras españolas son netamente inferiores a las observadas en los países del norte de Europa, pues su tasa de incidencia es de 19 casos nuevos de melanoma por 100.000 habitantes,  el doble que las nuestras. La diferencia es aún mayor cuando comparamos nuestras cifras con las de EE.UU (más de 20 casos por 100.000 personas año) y, sobre todo, con Nueva Zelanda y Australia (más de 60 casos por 100. 000 personas año).

    La tasa de incidencia más alta se observa, pues, en países con intensa irradiación solar y cuya población blanca no es nativa de los mismos, como así acontece en Nueva Zelanda, USA, Australia y Sudáfrica.

    En los últimos veinte años se ha apreciado un notable aumento de la incidencia mundial de este tumor maligno (de un 3% a un 7%), como así se ha constatado en los registros de cáncer de Australia, Nueva Zelanda o Estados Unidos. En Europa se diagnostican unos 60.000 nuevos casos al año.

 

                       

                              Causas

     Tanto la Sociedad Española de Oncología (SEOM) como la Asociación Española contra el Cáncer (aecc) coinciden con otras sociedades científicas internacionales, como la prestigiosa Sociedad Americana contra el Cáncer (ACS), en su apreciación sobre los principales factores de riesgo de desarrollar melanoma. Pues bien, a lo largo de las siguientes líneas vamos a intentar describirlos:

1.      Exposición a la luz ultravioleta

 

     En el momento actual la comunidad científica internacional no duda de que el principal factor de riesgo de melanoma se identifica con la exposición a los rayos ultravioleta (UV), especialmente con la exposición excesiva al sol y a otras fuentes artificiales, como las lámparas solares y las camas bronceadoras. Efectivamente, los rayos UV deterioran tanto el ADN de las células de la piel como para promover el crecimiento descontrolado y maligno de las mismas.

                     Tipos de rayos UV

     Según la Asociación Americana contra el Cáncer, de los tres tipos de rayos ultravioletas, dos son los que realmente llegan a afectarnos, los UVA y los UVB, pues los UVC no penetran en nuestra atmósfera. De los realmente dañinos, los UVB tienen más energía que los UVA, pues son capaces de dañar directamente el ADN (Ácido Desoxirribonucleico), por lo que son los máximos responsables de las quemaduras solares y de la mayoría de los cánceres de piel.

   Los rayos UVA tampoco son inocentes, dado que envejecen a las células de la piel e incluso pueden también dañar su ADN. Por ello, son responsables tanto de las arrugas como de la génesis de algunos tipos de cáncer. Tengamos, pues, cuidado con las camas bronceadoras, puesto que emiten grandes cantidades de estos rayos UVA que, como estamos diciendo, incrementan el riesgo de cáncer de piel.

                  

     Investigaciones recientes están vislumbrando la seria posibilidad de que la exposición a la citada radiación ultravioleta pueda originar melanomas de perfil diferente. Así, en algunos casos estarían asociados a exposiciones desmedidas durante la infancia y la adolescencia, causantes en muchos casos de quemaduras solares, lo que empezaría a dañar el ADN de los melanocitos desde tan temprana edad. De esta forma se iniciaría una especie de lenta ruta hacia la aparición de melanomas muchos años después. De ahí viene un término que empieza a popularizarse: “La piel tiene memoria”. Algo de esto debe de suceder para que estos tumores malignos aparezcan frecuentemente en el tronco y en las piernas de adultos que usualmente tienen cubiertas tales superficies cutáneas. Sin embargo, en otros casos los melanomas aparecen en el cuello, rostro y brazos, zonas habitualmente expuestas a la radiación ultravioleta, pues no están cubiertas por ropa.

     Además de los citados perfiles de desarrollo de melanomas hay que mencionar otros un tanto diferentes, pues aparecen en superficies donde la exposición solar ha sido mínima o inexistente, como los originados en las palmas de las manos, las plantas de los pies, en superficies mucosas internas como la boca y la vagina, e incluso los que aparecen debajo de las uñas.

    


Lunar o nevus


2.      Lunares

 

       Un lunar o nevus es un tumor pigmentado de carácter benigno. La mayoría de ellos no se transformarán nunca en un melanoma, aunque una persona con muchos lunares (50 o más) tiene más riesgo de que alguno pueda experimentar tal transformación maligna. Usualmente los nevus  no aparecen en los bebés en el momento de su nacimiento sino que tienden a aparecer en la infancia y al inicio de la vida adulta.  Son, pues, menos frecuentes los nevus de carácter congénito, bien grandes, de mayor riesgo, o pequeños. En ambos casos es bueno que los ciudadanos sepan los signos de atipia, es decir, los cambios que experimenta un lunar cuando empieza a malignizarse. Pero eso lo dejaremos para después, cuando hablemos de las medidas de prevención secundaria.