Cortesía Adrián Rodríguez, consumado barista |
En las últimas décadas se está observando un aumento preocupante de la
incidencia de melanoma cutáneo, probablemente debido a un incremento de las
horas de exposición solar por motivos estéticos y lúdicos. Parece que este
deseo humano por broncear la piel en aras a conseguir un manipulado canon de
belleza no parece complacerle a nuestra superficie cutánea, pues nos castiga
dando asiento a tumores malignos, de los cuales los melanomas son los que más
muertes ocasionan (80% del total), a pesar de ser los menos frecuentes (4% del
total).
Es fácil entender que las medidas de prevención primaria más efectivas
para reducir la tasa de incidencia de estos tumores son las tendentes a
protegernos de las temibles radiaciones ultravioletas por los métodos que han
demostrado eficacia comprobada y que, luego, recordaremos. Además, este
artículo servirá también para revelar la posible capacidad protectora de las
radiaciones solares y, por tanto, preventiva de melanoma de un método un tanto
insólito a tal efecto: el consumo regular de café.
Importancia de los cánceres de piel
Los tumores malignos de piel tienen la triste fama
de ser los más frecuentes en el mundo: el carcinoma basocelular, el de mayor
prevalencia, caracterizado por un desarrollo lento, no tendente a invadir en
profundidad ni a propagarse a distancia
(metastatizar); el carcinoma escamoso o epidermoide, menos frecuente y con
mayor capacidad de invasión local. Sin embargo, la piel también puede
experimentar mutaciones malignas en las células que producen la protectora
melanina, los melanocitos, originando de esta forma el melanoma maligno o
invasivo. Su nombre ya nos dice mucho: su capacidad de invadir tanto
localmente, en profundidad, como a distancia, a los ganglios linfáticos y a
otros órganos. Obviamente este temible tumor es el responsable de la inmensa
mayoría de las muertes atribuibles a cánceres cutáneos.
Datos españoles
El año 2016 alumbró la más completa
revisión sobre la incidencia y mortalidad del cáncer de piel en España. 1
Los autores, dermatólogos y oncólogos de diversas servicios españoles (Lugo,
Vigo, Córdoba, Madrid y Girona) y de Europa (Interdisciplinary Research Institute, Université libre de Bruxelles),
seleccionaron 32 trabajos de la Red Española de Registros de Cáncer (REDECAN) y
de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (ARC). Tras
emplear un riguroso aparato estadístico, comprobaron que la tasa de incidencia
de melanoma fue de 8,7 casos por 100.000
personas año. Claramente menor que la de los otros tumores malignos de
piel: la del carcinoma basocelular fue de 113/100.000 personas años (cuando
consideran un solo tumor por persona) hasta 253/100.000 personas (cuando se
cuentan varios tumores por persona) mientras que la incidencia de carcinoma
basocelular fue de 38 casos por 100.000 habitantes año.
En cuanto a la tasa de mortalidad, el
melanoma se lleva la palma, pues fue más del doble que la de los otros tumores
malignos de piel ( 2,17 por 100.000 personas año frente a 1/100.000
personas/año, casi toda ella dependiente de
un subgrupo de alto riesgo de la variedad de carcinoma epidermoide).
Además, según el Registro Nacional de
Melanoma Cutáneo,3 la edad media en que se diagnostica este
tumor maligno son los 57 años, siendo el tipo clínico-patológico más
frecuente el melanoma de extensión superficial (62,6%), tanto en varones como
en mujeres, seguido del melanoma nodular (16,8% de los casos), y, aunque es más prevalente en las mujeres, tiende
a ser más agresivo en los varones, pues sufren más formas nodulares y de mayor
espesor, con mayor capacidad de extenderse por vía sanguínea a otros órganos
(metástasis), sobre todo, a partir de los 41 años.
Comparación internacional
Estas cifras españolas son netamente
inferiores a las observadas en los países del norte de Europa, pues su tasa de
incidencia es de 19 casos nuevos de melanoma por 100.000 habitantes, el doble que las nuestras. La diferencia es
aún mayor cuando comparamos nuestras cifras con las de EE.UU (más de 20 casos
por 100.000 personas año) y, sobre todo, con Nueva Zelanda y Australia (más de
60 casos por 100. 000 personas año).
La tasa de incidencia más alta se observa,
pues, en países con intensa irradiación solar y cuya población blanca no es
nativa de los mismos, como así acontece en Nueva Zelanda, USA, Australia y
Sudáfrica.
En los últimos veinte años se ha apreciado
un notable aumento de la incidencia mundial de este tumor maligno (de un 3% a
un 7%), como así se ha constatado en los registros de cáncer de Australia,
Nueva Zelanda o Estados Unidos. En Europa se diagnostican unos 60.000 nuevos
casos al año.
Causas
Tanto la Sociedad Española de Oncología
(SEOM) como la Asociación Española contra el Cáncer (aecc) coinciden con otras
sociedades científicas internacionales, como la prestigiosa Sociedad Americana
contra el Cáncer (ACS), en su apreciación sobre los principales factores de
riesgo de desarrollar melanoma. Pues bien, a lo largo de las siguientes líneas
vamos a intentar describirlos:
1.
Exposición a la luz ultravioleta
En el momento
actual la comunidad científica internacional no duda de que el principal factor
de riesgo de melanoma se identifica con la exposición a los rayos ultravioleta
(UV), especialmente con la exposición excesiva al sol y a otras fuentes
artificiales, como las lámparas solares y las camas bronceadoras. Efectivamente,
los rayos UV deterioran tanto el ADN de las células de la piel como para
promover el crecimiento descontrolado y maligno de las mismas.
Tipos
de rayos UV
Según
la Asociación Americana contra el Cáncer, de los tres tipos de rayos
ultravioletas, dos son los que realmente llegan a afectarnos, los UVA y los
UVB, pues los UVC no penetran en nuestra atmósfera. De los realmente dañinos,
los UVB tienen más energía que los UVA, pues son capaces de dañar directamente
el ADN (Ácido Desoxirribonucleico), por lo que son los máximos responsables de
las quemaduras solares y de la mayoría de los cánceres de piel.
Los rayos UVA
tampoco son inocentes, dado que envejecen a las células de la piel e incluso
pueden también dañar su ADN. Por ello, son responsables tanto de las arrugas
como de la génesis de algunos tipos de cáncer. Tengamos, pues, cuidado con las
camas bronceadoras, puesto que emiten grandes cantidades de estos rayos UVA
que, como estamos diciendo, incrementan el riesgo de cáncer de piel.
Investigaciones
recientes están vislumbrando la seria posibilidad de que la exposición a la
citada radiación ultravioleta pueda originar melanomas de perfil diferente.
Así, en algunos casos estarían asociados a exposiciones desmedidas durante la
infancia y la adolescencia, causantes en muchos casos de quemaduras solares, lo
que empezaría a dañar el ADN de los melanocitos desde tan temprana edad. De
esta forma se iniciaría una especie de lenta ruta hacia la aparición de
melanomas muchos años después. De ahí viene un término que empieza a
popularizarse: “La piel tiene memoria”. Algo
de esto debe de suceder para que estos tumores malignos aparezcan
frecuentemente en el tronco y en las piernas de adultos que usualmente tienen
cubiertas tales superficies cutáneas. Sin embargo, en otros casos los melanomas
aparecen en el cuello, rostro y brazos, zonas habitualmente expuestas a la
radiación ultravioleta, pues no están cubiertas por ropa.
Además de los citados
perfiles de desarrollo de melanomas hay que mencionar otros un tanto
diferentes, pues aparecen en superficies donde la exposición solar ha sido
mínima o inexistente, como los originados en las palmas de las manos, las
plantas de los pies, en superficies mucosas internas como la boca y la vagina,
e incluso los que aparecen debajo de las uñas.
Lunar o nevus |
2.
Lunares
Un lunar o nevus
es un tumor pigmentado de carácter benigno. La mayoría de ellos no se
transformarán nunca en un melanoma, aunque una persona con muchos lunares (50 o
más) tiene más riesgo de que alguno pueda experimentar tal transformación
maligna. Usualmente los nevus no aparecen en los bebés en el momento de su
nacimiento sino que tienden a aparecer en la infancia y al inicio de la vida
adulta. Son, pues, menos frecuentes los nevus de carácter congénito, bien
grandes, de mayor riesgo, o pequeños. En ambos casos es bueno que los
ciudadanos sepan los signos de atipia, es decir, los cambios que experimenta un
lunar cuando empieza a malignizarse. Pero eso lo dejaremos para después, cuando
hablemos de las medidas de prevención secundaria.